EL CEBRO O ENCEBRO IBÉRICO.

         Escrito por Miguel Milla Valdivia.

Por fin parece que se empieza a aclarar (y bastante) el lío que se creó con el tema del cebro. Pero... ¿qué fue el cebro o encebro?

El cebro fue un équido que vivió en la Península Ibérica al menos hasta el siglo XVI. Con una alzada de 1'30 metros y un peso de 300 kilogramos. Era más rápido que un caballo doméstico. De color crema o pardo-rojizo aunque más frecuentemente gris uniforme. Parece ser que tenía el pelaje listado (rayado como las cebras) especialmente en la parte alta de las patas y posiblemente en la cruz y el cuello. Estos son los datos que podemos sacar de los numerosos textos que se refieren a él. El listado parece ser un carácter basal de los équidos solo que unas especies han tendido a enmascararlo (caballos) y otras lo han reforzado (cebras). Es por esto que se cree que el listado tan solo aparecía en algunos especímenes, es decir que no sería común pero sí lo suficientemente llamativo como para asociarlo a la especie.


Llegados a este punto muchos pensaréis que debido a este rasgo el cebro recibe su nombre de las cebras; la realidad es justo la contraria. Cebra provendría de zebro (cebro) en antiguo galaico-portugués zevra (o zevro) que a su vez proviene del latín equiferum que significa caballo o asno salvaje. En el siglo XV los exploradores portugueses arribaron a las costas de la actual Sudáfrica y encontraron manadas de équidos rayados que les recordaron a los cebros ibéricos. El hecho de que se les llamara cebras y no cebros es porque el tamaño de las hembras del cebro se corresponde con el de las cebras (los cebros macho eran mayores).

Tirando de la madeja.

Después de su extinción en el siglo XVI los cebros cayeron totalmente en el olvido. El primer autor en empezar a mostrar interés fue Fray Martín Sarmiento quien el 24 de junio de 1752 publicó una investigación que hizo al efecto. Se interesó por el tema cuando vió que los montes de Cebreiro (Galicia) en el siglo XII se llamaban en latín monsdicitur Onagrorum, lo que le llevó al descubrimiento de multitud de documentos que hablaban del cebro. Su conclusión fue que hubo cebras africanas en España por lo que propuso "reintroducirlas" para "curiosidad y ostentación de la magnificencia real".

En 1957 el naturalista Dimas Fernández-Galiano apoyó la hipótesis de que el cebro era el onagro o asno salvaje de las estepas de Asia (equus hemionus) pero no había fósiles en la Península Ibérica. Por esto en 1992 Carlos Nores (zoólogo de la Universidad de Oviedo) y otros autores propusieron que el cebro era otro asno salvaje, el equus hydruntinus que sí vivió en el Sur de Europa. Sin embargo la paleogenetista Eva María Geigl demostró que éste se extinguió en el Pleistoceno por lo que no podía ser el de los documentos y que además los restos óseos eran de un caballo y no de un asno aunque físicamente eran muy similares. Por lo tanto podía ser un caballo salvaje, un onagro traído de Oriente Próximo (cosa muy improbable) o un caballo doméstico cimarrón.

Así pues, Carlos Nores se puso a investigar para aclarar de una vez qué era el cebro, con la dificultad añadida de que prácticamente no tenía registros fósiles porque se habían mezclado las especies por lo que llevó a cabo una investigación multidisciplinar. En 2013 publicó un libro con sus conclusiones que básicamente son estas: clasificar el cebro como equus hydruntinus es un error puesto que posiblemente es un tipo de caballo y no un asno. Sería un endemismo ibérico propiciado por la situación de la Península Ibérica como refugio de fauna durante las glaciaciones pero a su vez por su aislamiento, ya que solo podía cruzar la fauna al resto de Europa por los extremos Este y Oeste de la cordillera de los Pirineos que hacen de barrera. Esto explica que la Península Ibérica tenga el mayor grado de endemismos de Europa: el cebro, el lince ibérico, el águila imperial Ibérica, el desmán de los Pirineos, el topillo de Cabrera, la cabra ibérica, etc. De hecho el cebro estaría íntimamente emparentado con el tarpán (equus ferus ferus) y con el caballo mongol o de prewalski (equus ferus prewalski). Y a su vez estas tres especies descenderían del caballo salvaje euroasiático de la Edad del Hielo.


Pruebas documentales y toponímicas de la existencia del cebro.

El cebro aparece mencionado en textos medievales de los reinos de Castilla, León y Portugal. Se refiere al cebro o encebro hasta en un total de 80 fueros castellanos y leones de los siglos XII y XIII. Una de sus últimas referencias se da en una relación de 1576 en Chinchilla (Albacete) ordenada por funcionarios  reales de Felipe II: "en esta tierra había muchas cebras, las cuales eran a la manera de las yeguas cenizosas, de color de pelo de las ratas (...) y corrían tanto que no había caballo que las alcanzara". Gracias a esta documentación se ha podido determinar su área de expansión aproximadamente en el siglo XII que iría de todo el Oeste peninsular a Extremadura y hasta el Este de la Meseta Castellana y por las tierras interiores de Andalucía y Murcia. Sin embargo hay pruebas de que su expansión fue mayor a través de otros indicios como las cuevas rupestres de la cueva de Ekain (Deva, Guipúzcoa).


Su ocaso vino curiosamente aparejado a la expansión de los reinos cristianos hacia el Sur con la Reconquista, especialmente entre los siglos XII-XIV... y es que eran objeto de caza en las batidas (exclusivas de la nobleza) tal y como viene recogido en el 'Libro de la Montería' de Alfonso X "el Sabio". Además eran cazados por los colonos cristianos por su carne y piel y porque los garañones muchas veces robaban las yeguas o se mezclaban con ellas. Así en el siglo XV solo estaban presentes en los llanos de Albacete y parece ser que se extinguió a principios del XVI.

Fueron nombrados también por Cervantes en El Quijote o por otros literatos como Lope de Vega o Quevedo. Curiosamente otra prueba nos viene desde Francia, donde el Diccionario de la Lengua Francesa de Petit Robret fechado en 1610 en la entrada zébre dice: nombre original de un équidos salvaje de la Península Ibérica, dado con posterioridad a un animal africano.

Otra prueba la tenemos en la toponimia donde muchos nombres de lugares y poblaciones aún llevan el recuerdo del cebro o encebro... Unos pocos ejemplos: monte Cebreiro, vega Cebrón, Valdencebro, Acebrón o Encebros... Y el más curioso Cebreros (Ávila) que en su escudo de armas tiene una cebra.




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