HELICOPRION.

A principios de 2013 saltó una noticia que aclaró una de las dudas más extrañas de la Paleontología marina... ¿Qué forma tenía realmente el helicoprión? De paso también se despejaron otras. El estudio fue hecho por la Universidad Estatal de Idaho que posee la mayor colección de fósiles de estos animales del mundo y el estudio fue capitaneado por el doctor Leif Tapanila. Vamos a ello.


Helicoprion fue un pez cartilaginoso del género Eugeneodontiformes. Vivió aproximadamente desde el Carbonífero Superior (280-270 m.a.) sobreviviendo a la gran extinción del Pérmico-Triásico y llegó hasta el Triásico Superior (225 m.a.). La situación geográfica donde se han encontrado los fósiles hacen pensar a los especialistas que vivieron en la costa suroccidental de Gondwana y, posteriormente, de Pangea. La comparación con fósiles de géneros afines hacen suponer que podían alcanzar sobre los 7 metros.


Al ser cartilaginosos se conservan muy mal en fósiles por lo que casi no había más conservado que su extraordinaria dentadura helicoidal. Y sobre ella hubo muchas teorías: unas decían que eran dientes de la mandíbula superior, los más, de la inferior, incluso se llegaron a poner en la aleta dorsal como método defensivo. Por otro lado entre los que lo ponían en la mandíbula inferior había quien ponía la espiral hacia afuera o metida dentro y quién lo situaba hacia delante o hacia atrás de la mandíbula. También se creía mayoritariamente que estaba emparentado con los actuales tiburones y que se alimentaban de ammonites, de ahí la forma de espiral... Pues bien todo esto ha cambiado.


Para hacer el estudio se usaron preferentemente unos pocos fósiles (uno en particular) que tenía conservada parte la cabeza cartilaginosa y los sometieron a un scaner para determinar qué había dentro de la piedra y hacer modelos 3D en el ordenador. Los resultados fueron sorprendentes.

En primer lugar poseían una espiral de unos 23 cm con hasta 117 dientes individuales. La excepcionalidad de conservarse parte de la cabeza pudo permitir que se dedujera que la espiral estaba conectada con la mandíbula inferior en su parte trasera, al final de la boca. Y que de todos estos dientes tan sólo sobresaldrían sobre una docena... el resto estarían guardados dentro y no serían usados, eran los dientes más viejos, los dientes de leche. Sus dientes eran muy delgados, largos, puntiagudos y con forma de sierra triangular. Además, y al contrario que los tiburones, no mudaba los dientes.


Este dato en particular indica que no se alimentaba de ammonites como se pensaba sino de presas blandas como calamares puesto que de unos cien fósiles conservados de este género casi ninguno tiene la dentadura dañada. Las simulaciones en 3D por ordenador nos indican que al cerrar la boca los dientes se contraían lo que ayudaba a desgajar la carne (la aserraba). Por último indicar que la forma de la mandíbula superior conservada en un ejemplar desmiente que estén emparentados con los tiburones sino que lo están más estrechamente con las quimeras.

Miguel Milla Valdivia.

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