SAFARI FOTOGRÁFICO EN EL TIEMPO. ARTROPLEURA.
En un principio desorientado por el brusco cambio de la sala inmaculadamente blanca al paisaje donde aparece de forma tan sorpresiva el turista despabila cuando su pie izquierdo comienza a hundirse en el barro viscoso... lo rescata con dificultad y mira asombrado a su alrededor. Está en una selva al borde de un pantano con una altísima humedad ambiente y unas temperaturas que rondan los treinta grados centígrados. El aire está abarrotado de una manera casi imposible de los olores propios de estos humedales... El agua estancada y la vegetación putrefacta en el fondo expulsando poco a poco el metano maloliente dificulta aún más la respiración aunque extrañamente no nota que le falte el aire... Es como si le pusieran un respirador de una bombona de oxígeno que llevara años sin limpiarse.
Y esa selva tan extraña... Reconoce inmensos helechos de porte arbóreo pero el resto son extrañísimos, no los conoce... Algunos parecen hierbas emplumadas pero tendrán lo menos treinta metros de alto... ¿dónde estoy? ¿quizá en las selvas o laurisilvas de Nueva Caledonia? ¿En Nueva Guinea?
De repente se abre la maleza sin previo aviso y se queda petrificado... Los ojos fijos en ese ser que aparece como de una mala pesadilla de película de serie B... El terror puede olerse, casi mascarse... Ups... Se huele a su lado y hacia abajo y no, no ha sido el terror lo que hiede... Con más de dos metros y medio de largo un gigantesco milpiés se ha puesto frente a él y ha izado su tercio delantero. Dos enormes mandíbulas entrechocando amenazantes apuntan a su cabeza. El viajero se arroja a un lado y el monstruo vuelve a echar todo su cuerpo contra el suelo se estira y sale raudo hacia el lago que hay justo en frente; por el camino se para y arranca un trozo de helecho mientras lo mastica. El viajero, anonadado, ve cómo se introduce en el agua... Y al poco cómo salta entre las fauces de lo que parece una especie para él desconocida de tiburón. El viajero mira su cámara fotográfica de la que ni siquiera pudo quitar la tapa del objetivo, mira de nuevo hacia el lago y todo empieza a hacerse borroso... Al poco, se desmaya acongojado.
¿Qué ha visto realmente nuestro valiente viajero? Pues ha estado, aunque no lo parezca, en Escocia. Pero en la Escocia de hace 300 m.a. cuando estaba en el Ecuador y tenía un clima cálido y húmedo. Es el período Carbonífero, una era muy cálida y húmeda donde abundaban las selvas y bosques pantanosos hasta el punto de que tanto bosque produjo la mayor acumulación conocida de carbón, de ahí el nombre de la Era. Pero no eran bosques tal y como nosotros los conocemos, estaban formados sobre todo por calamites, lepidodendron y sigilarias... Es decir plantas emparentadas con las actuales colas de caballo pero de 35 metros de altura, helechos arborescentes de 40 metros y una planta herbácea de 30 metros (ahí es nada).
Esta profusión de bosques gracias al clima benigno no solo produjo una gran cantidad de carbón sino que elevó el porcentaje del oxígeno atmosférico elevándolo hasta el 35 % (hoy día está a un 21%). Una consecuencia de ello es que al haber más oxígeno aquellos animales con un sistema respiratorio con un menor aprovechamiento energético podían crecer en tamaño. Exactamente nos referimos a los insectos y arácnidos que crecieron espectacularmente en tamaño a lo que ayudó la falta casi total de grandes depredadores en ecosistemas de tierra firme. Y el mayor conocido fue arthropleura, precisamente el animal que vio nuestro paladín.
Los arthropleura fueron miriápodos diplópodos de la familia de los artropléuridos... En resumidas cuentas un milpiés gigante que podía alcanzar como poco 2'3 metros de largo. Vivió durante el Carbonífero (340-280 m.a.) en lo que hoy es Norteamerica y Escocia. Se cree que al menos una parte de ellos fue herbívoros; desgraciadamente no se ha conservado ningún ejemplar con la boca pero viendo sus parientes es lógico pensar que debían tener unas potentes mandíbulas. Lo que ha hecho pensar en la dieta herbívora es que se ha encontrado en su tracto digestivo polen. Así pues se postula que al menos los más pequeños eran herbívoros y los grandes omnívoros. Se ha llegado a calcular que los individuos grandes necesitaban una tonelada de materia vegetal al año para alimentarse.
Se cree que casi no tenían depredadores los individuos adultos en tierra firme, además poseían una coraza con púas cortas en los bordes. Sin embargo a la hora de mudar el exoesqueleto los especialistas creen que debía regresar a los lagos donde era presa de grandes anfibios y peces como tiburones prehistóricos (verbigracia Rhizodont y Stethacanthus). Se desplazaban rápidamente y cuando debían apretar el paso se aplanaban lo que hacía que se estirasen y hubiere más espacio para las patas y así tener la zancada más amplia.
Se le atribuye una importancia ecológica capital puesto que se cree que con sus movimientos por el bosque rozaban y se llevaban de un lado a otro el polen o las esporas de las plantas ayudando a su reproducción.
Miguel Milla Valdivia.
En un principio desorientado por el brusco cambio de la sala inmaculadamente blanca al paisaje donde aparece de forma tan sorpresiva el turista despabila cuando su pie izquierdo comienza a hundirse en el barro viscoso... lo rescata con dificultad y mira asombrado a su alrededor. Está en una selva al borde de un pantano con una altísima humedad ambiente y unas temperaturas que rondan los treinta grados centígrados. El aire está abarrotado de una manera casi imposible de los olores propios de estos humedales... El agua estancada y la vegetación putrefacta en el fondo expulsando poco a poco el metano maloliente dificulta aún más la respiración aunque extrañamente no nota que le falte el aire... Es como si le pusieran un respirador de una bombona de oxígeno que llevara años sin limpiarse.
Y esa selva tan extraña... Reconoce inmensos helechos de porte arbóreo pero el resto son extrañísimos, no los conoce... Algunos parecen hierbas emplumadas pero tendrán lo menos treinta metros de alto... ¿dónde estoy? ¿quizá en las selvas o laurisilvas de Nueva Caledonia? ¿En Nueva Guinea?
De repente se abre la maleza sin previo aviso y se queda petrificado... Los ojos fijos en ese ser que aparece como de una mala pesadilla de película de serie B... El terror puede olerse, casi mascarse... Ups... Se huele a su lado y hacia abajo y no, no ha sido el terror lo que hiede... Con más de dos metros y medio de largo un gigantesco milpiés se ha puesto frente a él y ha izado su tercio delantero. Dos enormes mandíbulas entrechocando amenazantes apuntan a su cabeza. El viajero se arroja a un lado y el monstruo vuelve a echar todo su cuerpo contra el suelo se estira y sale raudo hacia el lago que hay justo en frente; por el camino se para y arranca un trozo de helecho mientras lo mastica. El viajero, anonadado, ve cómo se introduce en el agua... Y al poco cómo salta entre las fauces de lo que parece una especie para él desconocida de tiburón. El viajero mira su cámara fotográfica de la que ni siquiera pudo quitar la tapa del objetivo, mira de nuevo hacia el lago y todo empieza a hacerse borroso... Al poco, se desmaya acongojado.
¿Qué ha visto realmente nuestro valiente viajero? Pues ha estado, aunque no lo parezca, en Escocia. Pero en la Escocia de hace 300 m.a. cuando estaba en el Ecuador y tenía un clima cálido y húmedo. Es el período Carbonífero, una era muy cálida y húmeda donde abundaban las selvas y bosques pantanosos hasta el punto de que tanto bosque produjo la mayor acumulación conocida de carbón, de ahí el nombre de la Era. Pero no eran bosques tal y como nosotros los conocemos, estaban formados sobre todo por calamites, lepidodendron y sigilarias... Es decir plantas emparentadas con las actuales colas de caballo pero de 35 metros de altura, helechos arborescentes de 40 metros y una planta herbácea de 30 metros (ahí es nada).
Esta profusión de bosques gracias al clima benigno no solo produjo una gran cantidad de carbón sino que elevó el porcentaje del oxígeno atmosférico elevándolo hasta el 35 % (hoy día está a un 21%). Una consecuencia de ello es que al haber más oxígeno aquellos animales con un sistema respiratorio con un menor aprovechamiento energético podían crecer en tamaño. Exactamente nos referimos a los insectos y arácnidos que crecieron espectacularmente en tamaño a lo que ayudó la falta casi total de grandes depredadores en ecosistemas de tierra firme. Y el mayor conocido fue arthropleura, precisamente el animal que vio nuestro paladín.
Los arthropleura fueron miriápodos diplópodos de la familia de los artropléuridos... En resumidas cuentas un milpiés gigante que podía alcanzar como poco 2'3 metros de largo. Vivió durante el Carbonífero (340-280 m.a.) en lo que hoy es Norteamerica y Escocia. Se cree que al menos una parte de ellos fue herbívoros; desgraciadamente no se ha conservado ningún ejemplar con la boca pero viendo sus parientes es lógico pensar que debían tener unas potentes mandíbulas. Lo que ha hecho pensar en la dieta herbívora es que se ha encontrado en su tracto digestivo polen. Así pues se postula que al menos los más pequeños eran herbívoros y los grandes omnívoros. Se ha llegado a calcular que los individuos grandes necesitaban una tonelada de materia vegetal al año para alimentarse.
Se cree que casi no tenían depredadores los individuos adultos en tierra firme, además poseían una coraza con púas cortas en los bordes. Sin embargo a la hora de mudar el exoesqueleto los especialistas creen que debía regresar a los lagos donde era presa de grandes anfibios y peces como tiburones prehistóricos (verbigracia Rhizodont y Stethacanthus). Se desplazaban rápidamente y cuando debían apretar el paso se aplanaban lo que hacía que se estirasen y hubiere más espacio para las patas y así tener la zancada más amplia.
Se le atribuye una importancia ecológica capital puesto que se cree que con sus movimientos por el bosque rozaban y se llevaban de un lado a otro el polen o las esporas de las plantas ayudando a su reproducción.
Miguel Milla Valdivia.
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